sábado, 31 de diciembre de 2016

LA CARTA DE DESPEDIDA DE MI PADRE A LA SAN SILVESTRE VALLECANA



Este año mi padre no correrá la San Silvestre Vallecana. Se retira de esta carrera.

El año pasado, unos días después de que terminaran las fiestas, le pedí que escribiera algo para al blog.

Y me mandó este texto que transcribo aquí ahora, como despedida de una carrera que para mi familia es una parte más de las ceremonias de la Navidad.

Como todo el mundo conoce, en Madrid se celebran, digo celebrar porque correr es una fiesta, muchas carreras a lo largo del año, Moratalaz, Canillejas, Coslada…, pero hay una que tiene un rango especial, quizá por el recorrido, por su antigüedad, por el gran ambiente continuo que conlleva por celebrarse en una fecha tan señalada, el caso es que la San Silvestre Vallecana es la reina de las carreras de Madrid.

Para nosotros es una carrera familiar en la que hemos participado cinco miembros, entre ellos mi nieta Alicia que me acompañó toda la carrera.

Mención aparte y muy especial merecen mis amigos Guillermo y Rodrigo más dos o tres amigos de estos, todos magníficos deportistas que pertenecen al equipo de Rugby Veterinaria. No tengo palabras para calificar su comportamiento conmigo, su apoyo constante, su cariño. Su actitud supera cualquier calificativo que yo pudiera emplear.

Y vamos con la carrera.

La carrera suscita en mí sentimientos varios. Hubo una representación teatral hace unos años cuyo título es “La Hora de la Fantasía”, de Anna Bonacci. Y eso es exactamente lo que fue para mí la carrera: una fantasía maravillosa. ¿Cuál es la razón? Yo creo que los 85 años y tres meses de edad que tenía en ese momento se hicieron claramente visibles y estallaron. Decenas y decenas de fotografías, abrazos continuos, estrechamiento de manos y algunas jovencitas que vieron que el abuelito era inofensivo, se atrevieron a darme un beso que me hicieron recordar los versos de Campoamor que decían “Las hijas de las madres que amé tanto me besan ahora como si fuera un santo”.

Y así continuó toda la carrera.

Desde Cibeles a Atocha fue tremendo. Pero dicho esto tengo que dejar muy claro mi agradecimiento a todos y a todas con el que corrí rodeado.

En este momento pienso que será mi última carrera de la San Silvestre, en la que debuté en 1982 en aquellos años ya lejanos que se celebraba por la mañana. No hace falta decir que corría mucho más rápido que este año y fui acompañado por mi hija mayor. Este año, entre los magníficos deportistas que acompañaba estaba mi nieta Alicia que practica el fútbol y el hockey sobre patines.


Mucha suerte  a todos en los próximos años y quiero que sepáis que nunca olvidaré a los corredores del 31-12-2015.

viernes, 30 de diciembre de 2016

VOLVER POR NAVIDAD


foto Avila run stream

Tenía dos opciones: correr o no correr. Y opté por la primera.

Meses de dolores físicos y anímicos, momentos de angustia, de pena, de impotencia. Solo una cosa me hacía seguir intentándolo. Si a lo largo de mi vida he superado un montón de lesiones, entonces ¿por qué pensar que esta vez no sería igual?

Y si días atrás ya podía salir a trotar un rato ¿por qué no salir en la Carrera de Navidad? ¿Qué diferencia existe? ¿La competición? Si, la competición, pero ¿con quién?

Esta vez solo competiría contra mí mismo … y ni siquiera eso. Esta vez solo tenía que salir a correr, como cualquier día por el Soto, por la presa, por el carril bici o por el camino del vivero. Olvidarme de los tiempos, de los puestos, de los ritmos. Olvidarme de todo.

Solo correr. Nada más y nada menos que correr.

Pero … ¿y si volvían a aparecer los dolores?

Sin peros. Solo correr. Solo ese momento. Lo que tuviera que pasar pasaría igual. Solo correr. Solo el presente. ¿Por qué pensar en las carreras del pasado, en las marcas, en los puestos? Eso ya quedó atrás. Con eso he llegado hasta aquí. ¿Por qué pensar en el futuro? …Y si me duele, y si no aguanto, y la próxima carrera, y cómo entrenar … No. No.

Y corrí.

Y sentí una emoción enorme de estar ahí. Y una satisfacción como pocas veces he sentido en una carrera. Pero no solo por correr. A lo largo del camino muchos me animasteis. Y choqué las palmas con tantos niños como extendieron su palma hacía mí. Y recogí vuestros saludos en la salida y en la meta con la avidez del sediento, enormemente agradecido de volver a estar de nuevo con vosotros.

Y desde ese día he seguido corriendo.



A todos los corredores que no pueden correr porque están lesionados se lo vuelvo a recordar: hay un camino. Hay una salida. Tal vez hay momentos que pueda parecer lo contrario. Pero existe. 

martes, 29 de noviembre de 2016

AÑO 1978. EL PLAN (CON PERDÓN) DE ENTRENAMIENTO DE MI PRIMERA MARATON.



Ahora, con los años, puede pensarse que aquella manera de entrenar era una mezcla proporcional entre temeraria, grotesca, ridícula, pretenciosa, ingenua, atrevida y tantos otros calificativos como cada uno quiera añadir.

Pero era el comienzo del atletismo popular y todo estaba por descubrir.

Hasta que el Doctor Sheeham, un afamado cardiólogo y corredor norteamericano no empezó a asomarse por las estanterías de las librerías españolas, no existía prácticamente  literatura alguna que iluminase nuestros inicios en el maratón, de tal manera que si ahora los 7000 corredores que tomamos la salida en la primera edición del maratón de Madrid fuéramos encuestados sobre nuestros métodos, realmente las respuestas podrían justificar todos y cada uno de los calificativos a los que antes me refería y cuya lista resulta interesadamente corta, por no resultar pesado.

Mis tres amigos, Francisco, Miguel y Samuel, a los que ya he hecho referencia en otras ocasiones en mis Crónicas del Pleistoceno y yo diseñamos un sofisticado método de entrenamiento que comenzó tres semanas antes de la gran cita. Contábamos con dos estudiadas alternativas.

El entrenamiento 1 consistía en recorrer la distancia que media entre nuestra pista de atletismo de la Concepción y el Santiago Bernabeu, dos iconos del deporte madrileño, con distinta suerte, mientras la pista de atletismo no para de menguar, el estadio del equipo madrileño sigue creciendo a golpe de modificación de plan urbanístico. En total la distancia ida y vuelta debía ser como de 15 kilómetros.

El entrenamiento 2 era nuestro preferido. Pariendo del mismo punto de inicio, nos dirigíamos a la calle Arturo Soria que recorríamos al trote hasta que aparecía el autobús de la Empresa Municipal de Transportes número 70. En ese momento comenzaba el verdadero entrenamiento. A toda velocidad, sorteando peatones, señales de tráfico, árboles, niños, carritos de niños, perros, correas de perros y semáforos recorríamos por la acera lo que el autobús hacía por la calzada, con una ventaja para nosotros: las paradas y los semáforos. Allí donde el 70 tenía que parar a recoger pasajeros, nuestras carreras se igualaban o le tomábamos suficiente ventaja para recuperar resuello. Y lo mismo ocurría en los semáforos: el 70 no se los podía saltar. Nosotros, que me perdone mi madre, si. (Ten cuidadito, hijo, ten cuidadito).

Competir contra el 70 llevaba aparejado un aliciente extra: los pasajeros. Sus caras iban desde el “mira-esos-idiotas, donde-irán” hasta el “mira-esos-idiotas, que-graciosos”. El caso es que cuando nos adelantaba el 70 casi todas las caras se volvían a ver cuánto de atrás nos quedábamos, mientras que las pocas veces que nosotros le adelantábamos,  pegaban la cara al cristal para ver nuestra ventaja.

Arturo Soria es una calle larga, muy larga cuando persigues a un autobús y, a pesar de que entonces ya había un tráfico considerable, lo normal es que el 70 desapareciera de nuestra vista para no volverle a ver… hasta que aparecía a nuestras espaldas el siguiente. Y vuelta a empezar.

¿Cambios de ritmo? ¿Fartlek? ¿Series? En aquél entonces, perseguir al 70 no tenía nombre. Pero era divertido.

Tres semanas de entrenamiento y a competir. Ahí lo dejo. Probadlo y me contáis.


Nosotros cuatro terminamos el maratón. 

viernes, 18 de noviembre de 2016

¡A FORMAR!. DE CÓMO FUERON MIS PRIMEROS PASOS EN EL DEPORTE Y SOBREVIVÍ SIN ABORRECERLO



¡A formar! Ordenaba con estudiada pose marcial Don Jerónimo.

Cuenta la leyenda que Don Jerónimo, el profe de gimnasia, era sargento retirado del ejército y a partir de ahí, ésta, la leyenda, era adornada con múltiples historias forjadas durante tantas generaciones de estudiantes del colegio “Begoña”. Mi colegio.

Las había para todos los gustos, aquellos que le consideraban un héroe nacional, inventaban hechos que ensombrecerían las hazañas de John Mclane o Bruce Willis, que ya se confunden uno y otro.
 Por el contrario, los que le odiaban, aventuraban que había sido expulsado del ejército con deshonor por sádico, tirano, cruel y opresor y para colmo, que le habían arrancado las charreteras y todos los botones de la chaqueta en señal de repudio.

Sea como fuere allí estábamos formados en fila de a cuatro todos los chicos de 4º curso. Por entonces a mi cole no iban niñas. De eso se libraron... o ellas se lo perdieron.

Formados, sin rechistar, espalda recta, barbilla alta y a la distancia exacta de un brazo apoyado en el hombro del compañero de delante. En camiseta de manga corta de color blanco y pantalón corto de color azul. Los más bajitos ocupando el frente (yo en segunda fila, que no había dado y ni siquiera apuntaba a hacerlo, el estirón). Los más altos detrás.

Cierto es que Madrid no es Ávila, pero el invierno en la capital tiene sus días, cosa que a Don Jerónimo le importaba aproximadamente lo mismo que una plantación extensiva de rábanos. Allí estábamos formados en un patio entre bloques de edificios en cuyos bajos residía mi colegio, con las piernas y los brazos más bien tirando a morado y tiritando de frío.

Después de la formación venía el “rompan filas” y el inicio de la sesión  “a ver quien se abre la cabeza hoy”.

Don Jerónimo, con cuidadosa y estudiada periodicidad, alternaba los siguientes instrumentos que alguien llamaba aparatos de gimnasia y que, por otra parte, era el único material deportivo con el que contábamos en el colegio: el potro, el plinton, el caballo y unas sillitas de tijera de madera muy propias para pasar una tarde en el campo, aunque Don Jerónimo le tenía reservado otro fin algo menos lúdico.

Y además teníamos unas cuantas colchonetas. Nunca descubrimos el motivo por el que jamás estaban donde deberían estar, sino unos centímetros más atrás o más adelante, a la derecha o a la izquierda. Muchos años trabajando con Don Jerónimo probablemente les había conferido un carácter semejante.

Estábamos hablando del potro, el plinton, el caballo y las sillas de tijera. Pues bien. 
En fila de a uno y empezando por Roa y su metro veinte hasta un repetidor de cuyo apellido no me acuerdo (en aquella época no teníamos nombre, solo apellido), comenzaba una sesión de salto al grito de “potro exterior”. Don Jerónimo tocaba su silbato, ¡Piiiii!, reluciente sobre su chaqueta verde, verde caqui (faltaría más) y comenzaba una rueda de saltos. 
En general el potro exterior no tenía mayor dificultad. Una pierna por un lado, otro por el otro y listo.

El problema radicaba en que Don Jerónimo, alimentando su leyenda, jamás permitía que todo el grupo saliese airoso de la clase de gimnasia.

Así que pasaba a la segunda fase. “Potro interior” Piiiiiiii. 
¡Zas! Uno, dos, tres, Iglesias ,… los cinco o seis primeros, que habíamos albergado esperanzas de que ese día sí íbamos a ser capaces de acabar sin incidentes la clase, éramos presa de la cólera de don Jerónimo (¡Inútiles! ¡Parecéis niñas! y un largo etcétera)  a las que sumar las siempre mordaces burlas del resto de los compañeros. 

¡Faltaría más!

Y el potro era lo fácil. Ahí estaba esperando el caballo, cuya grupa era lo suficientemente larga como para estrellar el sacro, que por entonces se llamaba simplemente culo, en la dura madera del equino, supuestamente recubierta de gomaespuma, comprimida por décadas de uso y de un cuero curtido, cómo no, a culadas.

Y aún, si quedaba tiempo, siempre podíamos recurrir al plinton, donde Don Jerónimo explicaba con la ayuda del atlético Jurado, nuestro gimnasta por excelencia, cómo saltar estirando los brazos, apoyándolos en la parte superior del plinton y, metiendo la cabeza hacia el pecho, elevar las piernas y dar una voltereta sobre el elemento, saliendo con las piernas estiradas y cayendo con los pies juntos.
Dejo a vuestra imaginación el resultado.

Y ¿Las sillas de tijera? No me he olvidado de ellas, no. Había días en los que Don Jerónimo se mostraba más complaciente y nos permitía disfrutar media hora de clase haciendo volteretas adelante, volteretas hacia atrás, volteretas laterales (jamás en mi vida he dado una, pero en la masa de 45 alumnos no me resultaba difícil pasar desapercibido), el pino apoyado en la pared, el pino al aire (igual de jamás) etc. 

Y la otra mitad …
¡A formar! Cuatro filas, sin rechistar, espalda recta, barbilla alta…. Las sillas colocadas una enfrente de cada fila. Tras ellas una colchoneta. 
Combinación letal. 
Silla y colchoneta.

“El salto del león” Piiiiiiii.

Espero y deseo que la mayoría de los complacientes lectores nunca hayan tenido que sufrir algo semejante a lo que paso a describir: Don Jerónimo y el salto del león. 
Se trataba (¡simplemente?) de correr, tomar impulso y volar por encima de la silla cayendo con los brazos extendidos mientras se daba una voltereta hacia delante.

El caso es que probablemente no sea tan difícil, pero con nueve o diez años tienes derecho a tener terror a algo, a los perros, a las arañas, al hombre del saco, a la mano negra … o al salto del león. Cierto es que yo también le tenía miedo a la mano negra … pero es que mi barrio  de Madrid no era precisamente el barrio de Salamanca (el barrio fino, para que me entiendan los foráneos)… aunque eso es otra historia.

Tengo en mi recuerdo un salto en particular en el que mis brazos y piernas estaban retorcidos en un amasijo de madera y extremidades. ¿La colchoneta? Debió apartarse mientras yo estaba en vuelo.
Sé que rompí la silla y, sin embargo, yo no me rompí nada … óseo, muscular ni tendinoso. 

Desde aquél día empecé a tener más miedo al salto del león (a la clase de gimnasia entera, mejor dicho, en realidad a Don Jerónimo o su proximidad) que a la mano negra.


Con el tiempo descubrí varias cosas. 
La primera, que no era cierta ninguna de las historias sobre Don Jerónimo. 
La segunda, que no es difícil romperse un hueso: yo llevo varios, pero suele pasar de la manera más tonta. 
La tercera que la mano negra no existió nunca. 
La cuarta, que jamás volveré a saltar un potro, un plinton o un caballo ni, por supuesto, haré el salto del león. 
Y la quinta, que ni Don Jerónimo ni nadie ha sido ni será capaz de evitar que siga haciendo deporte … hasta que yo mismo lo decida.

lunes, 7 de noviembre de 2016

LA ÚLTIMA SERIE





Aquella era una de esas mañanas en las que a mitad del calentamiento ya vas pensando que tal vez hubiera sido mejor quedarse en casa. Pero, como otras muchas de aquellas mañanas, ahí estaba, terminado de rodar cansinamente los veinte minutos de rigor.

La recta del Retiro era un sitio perfecto para hacer series. Y mucho más ese día, uno de los típicos del otoño madrileño, con algo del frio que aún estaba por llegar, pero con el sol abriéndose paso entre las cada vez menos pobladas copas de los árboles. Colores marrones, rojizos, amarillentos, verdes y azules.  Algunos paseantes con las manos en los bolsillos del abrigo y trabajadores del parque en las tareas de mantenimiento.

Comencé la larga y tediosa sesión de series. Tenía por delante veinte “cuatrocientos”. Y si algún entrenamiento se me hacía especialmente odioso, era ese. Pero mi entrenador era inflexible. No había manera de cambiarlo por otro.

Las cinco primeras, entre las que mediaba un muy exiguo intervalo de cuarenta segundos, fueron suficientes para comprobar que las sensaciones del calentamiento eran poco con lo que la realidad me tenía reservado: me dolían las piernas, me encontraba tremendamente fatigado y lo peor de todo: mi cabeza no paraba de golpearme “párate” “vete a casa”.

Mientras, en la pradera que se extendía a la derecha del árbol que marcaba la imaginaria línea de meta, un jardinero se afanaba en recoger las hojas de los árboles.

Después de tres minutos de recuperación, comencé el segundo bloque. Ahora, cada vez que terminaba una serie y, tras comprobar que los tiempos estaban muy alejados de lo que deberían ser, mi mirada se dirigía al jardinero. Una serie detrás de otra comprobaba el avance de su trabajo.

Puestos a ocupar la mente en este espanto de entrenamiento, comencé a percibir cómo esa ligera brisa que yo había elegido convenientemente a mi favor, trabajaba en contra de aquél hombre que, con una paciencia que yo no acaba de entender, volvía una y otra vez a amontonar las hojas que se negaban a mantenerse en grupo.

Según avanzaba en mi entrenamiento, el jardinero iba dejando completamente limpia de hojas la pradera. 
Trece, catorce, quince. Descanso. 
Si hasta ese momento la recuperación había sido con un ligero trotecillo, esta vez me fui directamente a sentarme a un banco de los que flanqueaban el camino. Miré el crono. ¡Qué desastre! Hice intención de consultar los tiempos de unas cuantas series más atrás, pero cambié de opinión. 
En su lugar me quedé observando al jardinero. Un tipo enjuto, alto, espigado, moreno, completamente concentrado en su tarea. A esas alturas, tenía tres cuartas partes de la pradera completamente recogida. Ni una hoja se le había quedado atrás. Tres cuartas partes. 

Qué casualidad. Le quedaba un cuarto. Como a mí. 

Me levanté de nuevo, me dirigí trotando a la raya marcada sobre el camino y me lancé a realizar el último bloque de series. 
Dieciséis, diecisiete, dieciocho. 
Engañándome a mí mismo cada vez recuperaba más tiempo y cada resultado, peor. 
Diecinueve. 

Y se acabó.

Me fui al banco. Solo me quedaba un cuatrocientos. Uno solo. La frontera entre la satisfacción de acabar el entrenamiento, por muy mal que fuera resultado y la de marcharme a casa sabiendo que las series me habían vencido. Pero no haría más. 

Un acto de rebeldía, tan infantil como inútil.

Me senté en el banco observando al jardinero. Estaba terminando su trabajo, sin que pareciera que alguna vez él lo fuera a dar por acabado. Con todo recogido estaba volviendo una y otra vez sobre sus pasos para apilar las últimas hojas que el viento, que parecía burlarse de él, había hecho caer sobre el césped.

Por fin, colocó el rastrillo sobre el carro, vino hacia mí y se sentó. En silencio, sin que nada pareciera hacerle reparar que yo estaba ahí rumiando mi frustración se quitó los guantes y se masajeó un poco el cuello, luego la gorra y se atusó el pelo.

Entonces, tras un breve espacio de tiempo, se levantó con parsimonia, se giró y mirando a su pradera dijo: “Termina. Te queda una”. Y se marchó de vuelta hacia su carrito.

Me le quedé mirando. Primero sentado. Luego me puse en pie para ver cómo levantaba de nuevo el rastrillo y comenzaba a atacar la manta de hojas entre los árboles.
 Completamente sorprendido dudé entre mandarle a tomar vientos o preguntarle que qué demonios le importaba a él maldita sea…. 

Pero me quedé callado.

Me fui a la salida y completé la vigésima serie. 
No miré el tiempo. 
No me importaba.


De camino al banco a estirar y terminar la sesión por ese día, me fijé en cuatro o cinco hojas que habían caído de nuevo sobre la pradera. 
Antes de marcharme pasé por allí a recogerlas. 
De reojo busqué al jardinero. 
Estaba mirándome con las manos apoyadas en el mango de su rastrillo. 
Despacio levantó un pulgar hacia arriba y con una amplia sonrisa se dio la vuelta y continuó su trabajo.

jueves, 3 de noviembre de 2016

"100 METROS " Y LA HISTORIA DE KAYLA




Mañana viernes se estrena en España la película “100 metros”. Cuenta la historia de un hombre, participante habitual en competiciones deportivas, como cualquier de nosotros, al que un día se le diagnostica que padece esclerosis múltiple.

 Con ese título y a partir de ahí … mejor verlo en el cine.

 Este es el tráiler de la película. Dura muy poco. A continuación os dejo otro. La historia de Kayla. Una niña también con esclerosis múltiple.

 

Una lección importante para los que nos hundimos por una lesión. Una ayuda para cuando sintáis que la vida puede con vosotros.

viernes, 28 de octubre de 2016

FOTOS MEDIA MARATÓN ÁVILA 2016



Aquí tenéis un enlace con todas las fotos que pude hacer en la MEDIA MARATÓN DE ÁVILA 2016. Me gustaría que al menos os haya podido hacer una foto a todos, aunque sé de alguno como Jime que se me escapó. Entre la velocidad a la que iba y que se me esconde no hubo manera de pillarlos.


ENLACE










lunes, 24 de octubre de 2016

MEDIA MARATÓN DE AVILA 2016: UN FIN DE SEMANA POR LA PERIFERIA DE LA CARRERA




“Me gustaría que Ávila se diera cuenta que esto repercute positivamente en la ciudad”

Francisco. Es su primera media maratón y está tan nervioso que no es capaz de estarse quieto. Viene de Madrid, pero sus abuelos eran de aquí. Solo quiere oír el disparo de salida y echar a correr. Ha decidido salir con los corredores que marcan el ritmo de 1h45’ y aguantar todo lo que pueda.

Carmen. Es andaluza y ya lleva varios meses en esta ciudad. Desde que se preparó las pruebas de acceso a la policía se enganchó al deporte. Una media es mucha distancia todavía pero también se puede participar como voluntario. Y ahí está moviendo bolsas en el ropero. Encantada de ayudar.

Beatriz. Ya lleva muchos años en esto porque su marido está en el club. Al principio vino porque hacía falta alguien que repartiera dorsales. Hoy viene porque es un fin de semana especial. Mucho trabajo, pero especial. Y por muy pocas cosas se lo perdería.

Antonio. Ya sabe que su lugar es el avituallamiento del kilómetro quince. Ya son tres años con este y a sus quince años, no solo es responsable de dar agua a los corredores, sino explicárselo a los que vienen nuevos. Donde ponerse, como sujetar la botella, cuando entrar en el circuito para apartar las que puedan molestar a los corredores… tantas cosas.

“Cuqui”. Es el policía municipal responsable de uno de los tramos. Pero también es corredor, aunque hace mucho que no corra. Sabe lo que hay. Siente, como todos los que no pueden correr, lo mismo que sienten los que están dentro, por eso revisa el recorrido una y otra vez, para que todo funcione como está previsto. Son de los suyos.

Luis. Desde las ocho está poniendo vallas. Ha empezado a llover a esa hora y ha lanzado un par de maldiciones. Vallas, cajas, pancartas, arcos, cuerdas, más vallas, más cajas… a un lado, a otro. En cuanto pueda tratará de desenredarse para ver a su hijo. Está entre los favoritos al triunfo y además es el favorito de los de casa.

José Antonio viene de Leganés. Son mucho los miembros de este club los que se han apuntado. Van a correr en grupo unos cuantos, al menos la primera parte y luego ya veremos según se dé la carrera. Le han dicho que la segunda mitad es más dura, pero no será para tanto. Ya lleva muchos años corriendo y conoce tan bien sus límites como sus fortalezas y las cuestas son una de las segundas.

Lola es fotógrafa y va a cubrir la información gráfica de la prueba. Sabe el recorrido y tiene seleccionados cuatro o cinco puntos donde situarse para conseguir unos encuadres que realcen tanto la prueba como la ciudad. El colorido de la indumentaria de los atletas siempre juega a favor, pero las nubes pueden deslucir un poco.

Juan Carlos. Lleva un fin de semana de locos. En realidad lleva un mes y medio de líos continuos, pero desde el viernes es un no parar. A ratos piensa que puede hacer 1:22’, pero luego se da cuenta del cansancio que acumula y lo que le queda por delante y entonces rebaja sus pretensiones hasta 1:25. Con la bolsa de nueces en la mano sigue especulando hasta que vuelve a sonar el teléfono a la vez que Pepe le reclama su presencia. A este paso estará más cerca de 1:25.

Marcos. Ha llegado a la ciudad hace poco. En sus tiempos hizo atletismo, pero lo dejó. Ahora quiere volver. Ha pasado por el hotel Cuatro Postes a ver “que se cuece”. No va a correr, pero su formación universitaria le conduce a realizar un análisis minucioso del escenario antes de tomar decisiones. Busca club. Lo que ve, le gusta.

Carlos. Pertenece al “Clan Jime”, lazos de parentesco dentro de la tribu. A lo largo de tres kilómetros del recorrido todos los voluntarios son del clan. Y tienen al jefe corriendo. Todo controlado. Él también podría estar ahí, pero… hay que entrenar y, en la vida, no solo hay atletismo.

Oscar. Bombero. A él no le va a contar nadie nada de una media porque ha corrido muchas carreras y se las sabe todas. Pero hoy es día para otras cosas. Día de reivindicación. Arrastrar el carrito del ataúd es cansado, pero la causa justa y la media, un escaparate. Ya habrá otros días para correr a darlo todo.

Carlos y María. Salen todos los años a ver la carrera. En lugar de dar un paseo hacia Sonsoles, esta vez se acercan a ver a los corredores por el barrio. Da gusto ver tanta gente joven corriendo, aunque su mayor admiración es para aquellos que les superan en años … y no son pocos.

Paco el médico, Amador, Rubén, Guillermo a romper el crono disfrutando de su progresión, Luis ya recuperado de sus lesiones, Álvaro una vez más, David, Vicente que tiene un recuerdo con un corredor que está en la orilla animando a los corredores, Alberto, Víctor, Juan Ramón, Teresa, José, Pedro, Javier, Luisa, Sonsoles…

Longina. “Me gustaría que Ávila se diera cuenta que esto repercute positivamente en la ciudad”.


Si aún alguna parte de Ávila no se ha dado cuenta… antes o después se dará.

domingo, 25 de septiembre de 2016

APRENDER “EN CORAZÓN AJENO”



Las personas no nos distinguimos precisamente por aprovechar la experiencia ajena. En muchas ocasiones nos empeñamos en recorrer un camino que ya han explorado otros para llegar al mismo lugar y vernos obligados a retroceder, simplemente porque no creemos que los demás fueran capaces de llegar hasta donde nosotros presumimos de serlo. Y no me refiero solo a un camino “físico”.

Por otra parte también es cierto que hay cosas que uno debe explorar individualmente, de manera que no resulta fácil saber con qué quedarte de lo ajeno y hasta donde buscar por uno mismo.

En el atletismo también ocurre esto. Entrenas, corres, haces gimnasia, estiramientos, te alimentas, descansas, vas al “fisio”, al médico o  le pones velas a un santo, un poco por lo que experimentas y otro poco por lo que te dicen. Y vas avanzando. Te vas “moldeando”.

Volvamos otra vez a la carrera solidaria del otro día.
Nuestro amigo Gaspar sufrió un colapso. Su corazón estaba gravemente dañado, aunque él no lo sabía. Trasladado desde el Servicio de Urgencias de Ávila a Salamanca, fue atendido por la Unidad de Cardiología. 
El especialista que le reconoció le preguntó si alguna vez se había hecho una prueba de esfuerzo. Y cuando nuestro amigo le contestó negativamente debió echarse las manos a la cabeza. ¡Otro corredor que no se había realizado un test de esfuerzo! Una afección como la suya tal vez hubiera podido ser detectada a tiempo sin poner en riesgo su vida.

¿Cuántos corredores se han realizado una prueba de esfuerzo? Si nos duele una rodilla vamos a un especialista. Si queremos modificar nuestros hábitos alimenticios consultamos un nutricionista, nos compramos las mejores zapatillas que nos pueden recomendar los expertos, incluso llevamos un pulsómetro con el único fin de saber si estamos o no cerca de nuestros umbrales aeróbicos o anaeróbicos, pero…y al corazón, a lo que es en sí ese extraordinario músculo al que le trasladamos toda la responsabilidad de que nuestro cuerpo funcione, de que esto no se pare… ¿Le hacemos caso alguna vez?

Como no duele, no. Como no se contractura, no. Como no se sobrecarga, no.

Ahí está él, bombeando litros y litros de sangre a la hora, durante días, meses semanas y años. ¡Y que no pare! Y lo hacemos sin prestarle mayor atención, sin tener la precaución de saber si está en condiciones o no. Algunos corredores se ven sorprendidos en carrera con la temida muerte súbita. La comunidad de atletas nos sentimos a la vez tristes, asustados y aliviados. No me ha pasado a mí… pero ¿podría pasarme?

Gaspar va a ser intervenido del corazón en breve. Él va a sufrir todo el proceso: el sustazo, la intervención quirúrgica y la posterior rehabilitación. Pero además, nos está haciendo un regalo muy valioso a todos, una experiencia por la que seguro que ninguno queremos pasar. Esta vez más no vale tomar nota de lo ajeno: “Oye… miraos el corazón… no vaya a ser que os dé un disgusto”. 

Lo que le ha pasado a Gaspar nos puede pasar a cualquier a de nosotros y a él le debemos ese gran favor, que su peripecia no caiga en saco roto.

Mientras tanto esperemos nuestro amigo se recupere pronto y en su momento, sin prisas, con la seguridad de que todo está como debe estar, le tengamos otra vez con nosotros en la línea de salida.

lunes, 19 de septiembre de 2016

SOLIDARIDAD EN LA CARRERA SOLIDARIA



El mundo de las carreras y por extensión el de los corredores es de carácter solidario casi por definición. Las expresiones de solidaridad entre corredores se pueden ver desde cualquier prueba de popular hasta el máximo exponente de la competición: los Juegos Olímpicos. 
Este año, la imagen de las atletas Nikki Hamblin, neozelandesa y Abbey D’Agostino, estadounidense, pasará a la historia por la ayuda mutua que se dispensaron tras caer en un choque a lo largo de la prueba de semifinales de los 5000 metros lisos. El COI se apresuró a  divulgar la idea de que en los Juegos Olímpicos no todo tiene que ver con ganar.

En efecto. Así es. Ni en los Juegos Olímpicos ni en cualquier otro ámbito del deporte. 
Tampoco de la vida. 
No se trata de tener siempre razón. No se trata de vencer siempre a un contrincante. No se trata de quedar por encima. Vale con convivir, con compartir y con ayudar.

Ganar no siempre proporciona la máxima felicidad. A veces compartir, repartir la victoria resulta más satisfactorio.

Este sábado pasado tuvimos en Ávila una muestra de ello.

Nuestro compañero de carreras Gaspar cayó en el transcurso de la competición. En ese momento nadie sabía muy bien qué ocurría, pero inmediatamente otro corredor, Juan Manuel Arribas se detuvo a proporcionarle la primera asistencia. Segundos después Aurora Jimenez, Miguel Jimenez y Miguel García hicieron lo propio junto con gente que estaba presenciando la carrera. Unos minutos más tarde llegaron los sanitarios que se hicieron cargo de la situación y lo trasladaron a urgencias.

Entonces ellos retomaron la carrera, probablemente con el mismo susto en el cuerpo que se les quedó a todos los que estuvieron presentes.

Aurora se dejó el pódium. El resto tal vez una buena marca. O no. Eso, en el fondo, es lo de menos. El caso es que se pararon a ayudar. Esta vez fueron ellos porque les tocó cerca, pero seguro que otros tantos corredores al pasar se hubieran detenido a ayudar si no hubieran visto que ya no era necesario.

La imagen de Hamblin y D’Agostino quedará unida a los Juegos de Río y a los valores del olimpismo. El gesto de nuestros compañeros de carreras debería de quedar presente en nuestro comportamiento cotidiano: estamos aquí para ayudarnos entre todos.

En las carreras y en la vida.

Ahora lo más importante es que Gaspar se recupere y que le podamos tener con nosotros lo antes posible. 
¡Ánimo compañero!

lunes, 12 de septiembre de 2016

VERSION 6.0 EN PRUEBAS




Ni siquiera encontraba las llaves. No sabía donde podrían estar. Más de un mes sin venir por aquí es bastante tiempo. 
Por fin las encontré en un bolsillo de mi cabeza, hice un esfuerzo y entré. 
No recordaba haberlo dejado todo cerrado, así que tanteé la pared y encontré el interruptor. En lugar del torrente de luz que debía haber iluminado la estancia solo se encendió una bombilla, dando al lugar un aspecto más mortecino de lo que me esperaba, así que me apresuré a subir la persiana. La luz de la tarde dejó de manifiesto el abandono:… alguna idea a medio desarrollar, algunos comentarios sin contestar para mi vergüenza, cada vez menos visitas…

Me senté en un borde del blog y respiré hondo. Cerré los ojos y los puños. Me costó un tiempo tranquilizarme lo suficiente como para entender que no pasaba nada. “Tranquilo Ángel” me dije. “Tranquilo Ángel”, me repetí una y otra vez.

Levanté una silla del suelo y me senté.

Coloqué en una caja unas cuantas fuentes de entrada que andaban esparcidas y desordenadas por el escritorio. Pasé un dedo por la página de estadísticas y el polvo se me quedó pegado dejando una raya de este a oeste, un tachón sobre el mes de julio.

Sostuve mi cabeza entre las manos hasta que empezaron a salir algunas palabras.

Seis meses sin apenas correr, un mes sin escribir … quizá va siendo hora de poner en marcha una nueva versión. La versión 6.0.


Son pocas palabras pero suficientes. Ahora salgo a correr. Pocas zancadas. Veremos si funciona. 

sábado, 6 de agosto de 2016

CURSO DE MONITOR NACIONAL DE ATLETISMO. NIVEL 1.




El CLUB DE ATLETISMO ECOSPORT organiza un curso de monitor nacional de atletismo que tendrá lugar entre los días 10 de septiembre y 9 de octubre.
Toda la información está recogida en estos dos enlaces que os dejo aquí.
El plazo de inscripción termina el 26 de agosto.








martes, 2 de agosto de 2016

CARRERAS EN AVILA PARA EL MES DE AGOSTO



Este es el panorama de carreras que tenemos para el mes de agosto. Lamentablemente me parece que no voy a poder correr ninguna y bien que lo siento, pero los que estáis en disposición de correr y queráis hacerlo, tenéis donde elegir:


Sábado 6 de agosto VIII CARRERA POPULAR DE NARRILLOS DE SAN LEONARDO a las 19:30 la prueba absoluta. Desde las 18:45 las pruebas de menores.
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Sábado 6 de agosto I CARRERA DEL HIGO a partir de las 19:30 las carreras de menores y de las 20:30 la absoluta.
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Viernes 12 de agosto II CARRERA POPULAR NOCTURNA DE PIEDRAHITA de carácter solidario a beneficio de Cruz Roja y Cáritas, a partir de las 22:00 horas sobre una distancia de 5 km.
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Viernes 12 de agosto II CARRERA SOLIDARIA SANCHIDRIAN a partir de las 19:30 sobre una distancia de 5.800 metros
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Sábado 13 de agosto XIII SUBIDA POPULAR A LA TETA en Medinilla a partir de las 18:45 sobre una distancia de 6200 metros.
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Sábado 13 de agosto VII CARRERA POPULAR LA ELIZA en Lanzahita a partir de las 19:30 sobre una distancia de 9.000 metros
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Sábado 13 de agosto ICARRERA POPULAR DE RASUEROS a partir de las 19:30 sobre una distancia de 8.000 metros
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Domingo 14 de agosto I CROSS DE LA BELLOTADA en Diego Álvaro sobre una distancia de 8.000 metros y a partir de las 20:00
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Domingo 14 de agosto VI CARRERA POPULAR DE NAVAQUESERA a partir de las 19:30 sobre una distancia de 6.000 metros
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Domingo 14 de agosto IV SUBIDA AL ARBOL SEVILLANO  en Bohoyo a partir de las 18:00
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Sábado 20 de agosto I CARRERA POPULAR EL LOSAR DE BARCO “RUTA DE LA RIBERA”,  a partir de las 18:00 sobre una distancia de 6.400 metros
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Sábado 20 de agosto I CARRERA POPULAR SAN MIGUEL DE SERREZUELA a partir de las 10:00 horas sobre una distancia de 12.000 metros
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Sábado 20 de Agosto I CARRERA POPULAR SAN ESTEBAN DEL VALLE  sobre una distancia de 8.800 metros a partir de las 19:00 horas
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 Domingo 21 de Agosto I OPEN DICAL en Burgohondo a las 10:00 horas sobre distancias de 8 y 5 KM
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Sábado 27 de agosto CROSS PINAR DE PIEDRALAVES 2016 sobre una distancia de 11.500 metros a partir de las 19:0 horas.
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Sábado 27 de agosto IV CARRERA POPULAR SAN JUAN DEL OLMO a partir de las 19.30 y sobre una distancia de 7.000 metros.