viernes, 7 de abril de 2017

10 K MEJORADA DEL CAMPO. PARTE 2:LA CATEDRAL DE JUSTO









Cuando entré en aquel lugar y mientras se me abrían los ojos y la boca, se me encogían la vanidad y la suficiencia.

Hay muchas referencias sobre el esfuerzo en numerosos y diferentes ámbitos de las ciencias, desde la pura física o la ingeniería hasta la psicología. También, lógicamente en el deporte.

¿No es un ingrediente básico el esfuerzo en el deporte? Por muchas cualidades que atesore una persona ¿Es capaz de alcanzar el éxito sin esfuerzo? Los grandes héroes del deporte saben que es así, pero de igual forma, cualquiera de nosotros también lo sabemos. El esfuerzo es nuestro compañero diario de entrenamientos, de carreras y también lo es en cualquier otra dimensión de la vida.

Conocía la existencia de la llamada “Catedral de Justo” en Mejorada del Campo desde hace mucho tiempo. Había leído algo al respecto y probablemente también había escuchado algo en programas de radio. Algún resto de información anidaba en mi memoria.

Así que cuando pasé por delante, en la carrera, no dudé que, al terminar, daría una vuelta por allí a curiosear. No pensé que estuviera abierta y visitable y mucho menos que Justo estuviera en su interior.

Así que cuando entré se me vino encima un torrente de sensaciones.

La primera impresión es de incredulidad. ¿Qué es esto?

Esa pregunta tiene una respuesta inmediata. Nada más traspasar la puerta de entrada hay un panel en español e inglés que cuanta la historia de Justo, un joven expulsado por padecer tuberculosis de un monasterio soriano que regresa a su pueblo en 1961 y comienza la obra de su vida: construir una catedral para mayor gloria de Dios en un terreno propiedad de su familia con materiales que va adquiriendo, recogiendo de vertederos, reciclando o que le son cedidos de fábricas próximas.

Una vez leído el breve cartel uno se gira y comienza a recorrer la nave central. La vista se eleva hacia esa cúpula de tubos inacabada a 35 metros de altura, a los muros laterales jalonados de vidrieras, las columnas, el coro, el ábside, el altar mayor … y una vez establecida la primera impresión, entonces comienzan los detalles, hierros retorcidos, plásticos, latas, ladrillos, piedra, cemento…

Y en medio de esa construcción inacabada, tosca, áspera, ruda, caótica, complicada de entender y de imaginar, entonces es cuando surge un abrumador sentimiento de incredulidad: ¿Todo esto lo ha hecho una persona? ¿Una sola persona? ¿Cómo es posible? Y vuelves a mirar hacia arriba, hacia esa cúpula que ahora parece más simétrica que hace unos minutos, y hacia los muros sobre cuya solidez existen más que dudas, pero que se mantienen en pie desde hace décadas sin asomo de deterioro, a esas torres elevadas a base de ladrillos deformes, desechados, pero en cuya unión solidaria se consolidan los contrafuertes necesarios para la resistencia de la edificación.

El patio, la cripta, la sacristía… varias personas recorren la estancia. Escucho sus comentarios. En ningún caso existe una sola crítica hacia la obra, los materiales, las formas, los acabados… al contrario. Todo lo que se percibe, en un susurro, como si el templo ya estuviera consagrado, es la incredulidad, la admiración, el asombro o la sorpresa del visitante.

Entre los muros aparece Justo. Le miro de lejos. Es un hombre mayor, más de noventa años, pero ni mucho menos es un anciano. Enjuto, nervioso, demacrado, se mueve de un lado a otro con una vitalidad sorprendente.

Pide ayuda. Sabe que no le queda mucho tiempo y para terminar la catedral hace falta mucha ayuda. Ya no es solo el dinero. También hace falta mano de obra. Y ya no esa esporádica de sus amigos o de voluntarios. Queda mucho por hacer, por rematar. Y todo está en la cabeza de Justo. Como desde el primer día.

El esfuerzo. Ladrillos, cemento, hierros, piedra, vidrio, plástico …

El esfuerzo. Kilómetros, series, abdominales, pesas, vallas…

El esfuerzo. La fuerza de voluntad empleada para conseguir un fin.

Un fin.

Un maratón, un ultra, un ironman… una catedral.


¡Una catedral!

2 comentarios:

  1. En una de las zonas más pobres de Asunción se encuentra el vertedero de Cateura, el más grande de Paraguay.
    Los niños de la zona no acuden a la escuela, pasan sus días jugando e incluso trabajando entre la basura.
    En 2.006, Fabio Chávez;Técnico Ambiental de profesión y Músico por vocación comienza a trabajar en un programa de reciclaje en Cateura.
    Conmovido por la penosa vida y las necesidades de los niños decide comenzar a darles clases de música para mantenerles alejados del vertedero.
    Así nace la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura.
    Latas, botellas, alambres, botones... Cualquier material o residuo sirve para crear un instrumento.
    Comenzaron 35 alumnos,a día de hoy son 250 los chicos y chicas que componen la Orquesta de Cateura y los que viajan por todo el mundo interpretando desde canciones populares de su tierra a temas de Sinatra o los Beatles.
    Dos historias muy similares en el fondo.Un deshauciado (Justo) y unos niños marginados y condenados a la pobreza y a la exclusión social reivindicando a través de materiales condenados y desechados por imperfectos, la alegría de vivir, la esperanza y una segunda oportunidad.
    Una Catedral,una Orquesta, un Maratón,un Ironman,son sin duda grandes hazañas dotadas de una gran voluntad,pero ante todo, un gran acto de fé; en uno mismo y en los demás.
    Enhorabuena por el blog, fantástico el artículo y la fotografía de los ladrillos, preciosa.Gracias por compartir.
    Un saludo Ángel.

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    1. Muchas gracias. Es una analogía muy acertada y muy apropiada. Encantado de tener lectores como tú. Saludos.

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